miércoles, 7 de diciembre de 2016

Lo duro de viajar


Viajar es maravilloso, uno encuentra lugares hermosos, se degustan deliciosas comidas se conoce gente maravillosa pero, como todo en este mundo, el viajar tiene también su lado oscuro, situaciones desagradables, difíciles que toca enfrentar sino con la misma felicidad por lo menos con mucha paciencia.

Nuestra gran tragedia comenzó en nuestros últimos días de viaje, cuando me di cuenta de que nuestra visa expiraba el día 27 de noviembre y nuestro vuelo de salida era el 30 de noviembre, tres días después. Cuatro días antes de la fecha nos dimos cuenta, al día siguiente llamé por teléfono a la embajada y me dijeron “tendrás que pagar una multa de 5,400 rupees (80 dólares) por persona. No me gustó la idea pero no tenía mucha opción, adelantar los vuelos costaba 300 dólares por persona así que consideré más viable que pagáramos la multa y no el cambio de vuelos, además pensé que podría discutir sobre la cantidad de días de permiso para que no nos dieran multa, ingenua, creyéndome que puedo alegar algo la gente de migración.

La noche del 25 de noviembre tomamos un camión rumbo a Mumbai, llegamos el 26 por la mañana y nos dirigimos a buscar un hotel para pasar la noche antes de nuestro vuelo del día siguiente, para nuestra sorpresa, ningún hotel podía aceptarnos con una visa expirada por lo que sin más opción nos fuimos directamente a el aeropuerto, tendríamos que esperar casi 24 horas ahí por nuestro vuelo, sin quejarnos lo hicimos. Quisimos hablar con migración desde esa hora pero no se nos permitía ingresar a esa área hasta tres horas antes de nuestro vuelo y no hubo manera de convencer a los guardias de dejarnos pasar.

Tuvimos que pasarla afuera ofreciendo con nuestra sangre un manjar para los mosquitos, cuando por fin se llegó la hora de entrar al aeropuerto intentamos registrarnos para nuestro vuelo, el empleado de la aerolínea estuvo por un rato intentando imprimir nuestros boletos cuando por fin pudo hacerlo se dio cuenta de que algo estaba mal, entonces justo en frente de mí, rompió los boletos y me dijo “lo siento ustedes no pueden viajar”. 

Al principio no podía creerlo, no sabía qué íbamos a hacer, cómo no iban a dejarnos ir, quiénes eran ellos para impedirme irme con mi familia, quería golpear a todos y cruzar las puertas y montarme al avión pero no podía. Había violado sus leyes de espacio y de tiempo, esas absurdas fronteras que nos han impuesto a los seres humanos las gentes de los altos puestos, sentí mucha frustración y hasta un poco de miedo, me sentí una hormiguita, un pequeño insecto que podía ser pisoteado sin piedad en cualquier momento. Pasé un buen rato tratando en vano de convencer a las personas de la aerolínea pero ni siquiera me permitieron hablar con alguien de migración. No había de otra, teníamos que irnos del aeropuerto, nos indicaron que tendríamos que ir a las oficinas para extranjeros a pedir un permiso de salida.

Salimos del aeropuerto a las 4:30 am, yo me sentía frustrada e impotente, caminaba como zombi al lado de mi familia. Mi hija alegre como siempre pero comenzando con una tos que hacía que mi preocupación se incrementara. Al menos tenía a mi pareja, un pilar, él no hacía más que recordarme que todo estaría bien, que todo se resolvería pronto y que procurara no estresarme demasiado. Su tranquilidad me calmaba un poco. Decidimos juntos que iríamos a descansar y luego iríamos a las oficinas a resolver el problema.  Le expliqué a un taxista la situación y prometió llevarnos a una casa de huéspedes donde podríamos quedarnos aún con el problema de la visa. Llegamos al lugar, yo volví a explicar lo de las visas, nos pasaron al cuarto, acosté a mi bebé en la cama y me acomodé también para dormir, estábamos apenas conciliando el sueño cuando vinieron a tocar a nuestro cuarto para pedirnos que nos fuéramos porque no podían hospedarnos con la visa vencida, según parece nunca comprendieron lo que les habíamos explicado varias veces. Tuvimos que irnos, ya casi no teníamos efectivo así que tuvimos que regresar al aeropuerto a sacar dinero del cajero y luego nos dirigimos a las famosas oficinas para extranjeros.

Ahí se nos dio un buen trato por lo menos, tuvimos que llenar papeles, y se nos indicó que tendríamos que pagar la multa que ya me habían mencionado, un total de 16,200 rupees más o menos 270 dólares el problema ahí era que estúpidamente en esas oficinas no podían recibir el pago con tarjeta por lo que teníamos que entregar el dinero en efectivo y ahí radicaba el verdadero lío,  en India hace un par de semanas comenzó un movimiento del gobierno para sacar el dinero negro del mercado así que se cambiaron los billetes de 500 y 1000 rupees sin embargo todo este movimiento no se preparó debidamente y desde el día del cambio nunca hubo suficiente dinero en los cajeros automáticos por lo que desde entonces se permitía sacar únicamente 2,000 rupees por día. Para  mí como turista eso era una burla, sobre todo porque si quería pagar una multa de 16,200 rupees tendría que pasar una semana entera sacando dinero del cajero cada día sin gastar un centavo para completar el pago.

Se me avisó que tendría que volver al día siguiente con los pasaportes, una nueva reservación y el dinero de la multa para que se me otorgaran los permisos de salida, llegué muy temprano a hablar con el encargado de mi caso que con una gran sonrisa me dijo “vuelve aquí a las tres de la tarde con el dinero mientras yo preparo tu visa” y cuando intenté explicar la situación diciendo “tu gobierno no me permite sacar más que 2,000 rupees por día, ¿cómo voy a conseguir 16,000 en efectivo?” él simplemente sonrió y encogió sus hombros. Yo ya tenía una nueva costosa reservación que podía perder si no conseguí ese dinero en efectivo, una vez más me frustré. Me senté en el sillón, cerré mis ojos y en lugar de llorar conversé con Dios, “yo creo que ya me jodiste suficiente por ahora, ya no tengo ganas de lidiar con más, si quieres que siga creyendo en ti ayúdame ya o me vuelvo atea”.  Un segundo después una mujer tocó mi rodilla, “¿eres mexicana? Qué tal yo soy Natalia, ayudo a amigos con dificultades con la visa, avísame si necesitas ayuda”  No me sorprendió la rapidez de atención al llamado de Dios. 

Me entregó su tarjeta que decía "Conecting global minds" le expliqué la situación a detalle, ella con una sonrisa me dijo, “tienes suerte de que traje mi chequera, no te preocupes yo te voy a ayudar”. Pagó con su chequera 16,200 rupees 250 dólares aproximadamente, confiando completamente en que yo lo pagaría después del trámite, a partir de ahí todo fue fácil y rápido, dos horas tarde tenían nuestros pasaportes sellados y permisos de salida.
Esa misma tarde compramos boletos de vuelta “de último minuto” desde la India, obviamente valían diamantes por “sólo ida”. En ese momento no veía números, veía mi pueblo, mi casa donde ansiaba estar. Sentía que no llegaba, estaba un presente que no me gustaba y que parecía eterno, lo bueno es que nunca es así, que siempre detrás de eso viene un "presente" de otro color, uno de tranquilidad, así es la vida, una clase de entretenido aprendizaje con un poco de todo para hacernos crecer.

 Ya estamos en casa, y no importa nada más que eso, quizás así vaya comprendiendo de una vez y por todas que de todo lo que busco donde sea, también lo tengo en mi propia casa.


Como dice mi chamán, “Aquí tienes tu tibet”

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